
En un país donde la grieta política parece multiplicarse, ahora la discusión se mete en un terreno sensible: la desigualdad y el costo social de las políticas económicas. El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Marcelo Colombo, puso el dedo en la llaga: “Se busca ordenar la economía a costa de los más vulnerables”. Una frase que, más que un titular, es una radiografía incómoda de la Argentina 2025.
Un mensaje directo al poder
En su discurso, Colombo no se anduvo con rodeos: cuestionó la falta de empatía hacia jubilados, clases medias y sectores que ven cómo su calidad de vida se desploma mientras el Estado ajusta. “Falta una mirada humana”, advirtió, y sumó otro tema que duele: el avance del narcotráfico, que, según la Iglesia, encuentra terreno fértil en barrios donde el Estado retrocede.
Historia repetida
No es la primera vez que la Iglesia argentina se planta frente al poder político. Desde los años ‘80, las homilías y comunicados episcopales han sido escenario para denunciar pobreza, desempleo y corrupción. En los ‘90, criticaron la convertibilidad y las privatizaciones; en 2001, alertaron sobre la crisis social que terminó con cinco presidentes en pocos días. Hoy, el conflicto se actualiza con otro modelo económico que, para muchos, prioriza el déficit cero sobre la vida de las personas.
Números que duelen
Según el último informe de la UCA, más del 57% de la población vive en situación de pobreza, y el 11% en indigencia. En paralelo, el ajuste fiscal del gobierno ha recortado partidas en áreas sensibles como salud y educación, mientras el precio de la canasta básica sube a un ritmo que deja a los salarios corriendo atrás.
¿Un choque inevitable?
El planteo de la Iglesia no es solo un debate moral: también es político. Con un Papa argentino que mira desde Roma y una sociedad cada vez más fragmentada, cualquier palabra del Episcopado tiene eco. Y el eco esta vez suena fuerte: “No se puede ordenar un país dejando a millones afuera”.
Entre el púlpito y la calle
La pregunta es si este cruce se quedará en el plano simbólico o si encenderá nuevas tensiones sociales. En un país con antecedentes de movilizaciones masivas frente a medidas económicas impopulares, la advertencia de la Iglesia podría ser un catalizador.
En definitiva, más allá de credos o ideologías, el mensaje deja algo claro: la economía no es solo números, es gente. Y si el ajuste sigue dejando heridos, la tensión entre Iglesia y Estado podría pasar de las palabras a las plazas.
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