La creatividad del crimen organizado no tiene límites, y lo ocurrido en la ciudad de Coronda es un claro ejemplo de cómo se adaptan a las circunstancias para evadir la justicia. En pleno siglo XXI, el uso de palomas para el tráfico de drogas se ha convertido en una práctica recurrente, especialmente en las cercanías del Instituto Correccional Modelo U1, Dr. César Tabares. Este fenómeno, que puede parecer sacado de una película de ciencia ficción, es una realidad que pone en alerta tanto a las autoridades como a la comunidad local.
Este jueves, en plena siesta, una vecina de la cárcel de Coronda se topó con una escena que ya no es tan extraña en la zona: una paloma con un envoltorio atado a sus extremidades. La rápida intervención de la Policía permitió confirmar lo que se sospechaba. En el interior del envoltorio de nylon amarillo, se encontraron 78 pequeños paquetes de una sustancia blanquecina que, tras la prueba de campo, resultó ser cocaína. El peso total de la droga incautada fue de aproximadamente 45 gramos.
Este no es un incidente aislado. Se trata del tercer caso documentado en el año, y cada vez más se evidencia un patrón preocupante. En abril, se interceptó una paloma que transportaba 60 gramos de marihuana, y en julio, otra ave fue descubierta con 50 gramos de cannabis sativa. Estos incidentes muestran cómo el crimen organizado ha encontrado en las palomas un medio eficiente para evadir los controles tradicionales y hacer llegar drogas al interior del penal.
El uso de palomas mensajeras para el tráfico de drogas representa un desafío significativo para las fuerzas de seguridad. A diferencia de los métodos convencionales de contrabando, que pueden ser interceptados con tecnología y vigilancia, las palomas son difíciles de detectar y rastrear. Esta práctica ha obligado a las autoridades a redoblar esfuerzos y a implementar medidas de seguridad más rigurosas alrededor del perímetro de la cárcel de Coronda.
El Grupo de Operaciones Tácticas (GOT) ha intensificado las patrullas y ha establecido un sistema de monitoreo constante en la zona. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, el problema persiste. Las palomas no solo son difíciles de interceptar, sino que su uso subraya la sofisticación y el ingenio del crimen organizado en su lucha por mantener el flujo de drogas hacia los internos.
El hecho de que estos incidentes se repitan con cierta regularidad ha generado una creciente preocupación entre los residentes de Coronda. La proximidad al penal y la posibilidad de que las palomas transporten drogas a través de sus patios han aumentado la sensación de inseguridad en la comunidad. Además, estos sucesos han despertado un debate sobre la eficacia de las medidas de seguridad en torno a las cárceles y la necesidad de reforzarlas para evitar que estas prácticas continúen.
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